Cierto día, caminando por la playa observé a un hombre que, agachándose, tomaba de la arena una estrella de mar y la tiraba al mar. Intrigado, lo pregunté por que lo hacía.
Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano, me dijo. Como ves, la marea es baja y han quedado en la orilla. Si no las arrojo al mar morirán.
Entiendo, le dije, pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa. No puedes lanzarlas a todas. Son demasiadas. Y quizás no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. ¡No tiene sentido tu esfuerzo!
El hombre sonrió, se inclinó y tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió: ¡Para esta si lo tuvo!
El mensaje es claro... ¿qué hacemos por los demás? ¿qué hacemos por este mundo? Hasta el gesto más insignificante vale la pena aunque no lo parezca. No importa que tan enormes sean los problemas, si alguien puede liberarnos de las arenas y lanzarnos al mar, mis queridas estrellitas, o nosotros hacerlo con otros... por más mínimo, vale la pena.
Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano, me dijo. Como ves, la marea es baja y han quedado en la orilla. Si no las arrojo al mar morirán.
Entiendo, le dije, pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa. No puedes lanzarlas a todas. Son demasiadas. Y quizás no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. ¡No tiene sentido tu esfuerzo!
El hombre sonrió, se inclinó y tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió: ¡Para esta si lo tuvo!
El mensaje es claro... ¿qué hacemos por los demás? ¿qué hacemos por este mundo? Hasta el gesto más insignificante vale la pena aunque no lo parezca. No importa que tan enormes sean los problemas, si alguien puede liberarnos de las arenas y lanzarnos al mar, mis queridas estrellitas, o nosotros hacerlo con otros... por más mínimo, vale la pena.
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